martes, 30 de junio de 2009

Lujuria


La eternidad de tus recuerdos
la ilusión de cada noche de pasión,
de lujuria, impalpable
Que solo ya hace en mi imaginación
Ahora yo quiero sentir cuerpo rozando el mió
Erizando mi piel cada instante.
Ya no hay tiempo,
es demasiado tarde...
cada segundo que e pasado anhelando tu mirada en mis ojos
Y nunca lo e conseguido.
Me duele aferrarme a un imposible,
que puede ser posible solo en mi mente
Quiero tocarte, acariciarte, besarte, hasta saciar
Tus perversiones más ocultas
Asta que la noche se haga día
Asta que la luna nos pare
Con un mormullo de envidia
Por demostrar la pasión que hemos desatado

la chica de arriba

no e dormido lo suficiente pero no e cambiado
los vecinos de abajo escuchan la música un poco fuerte
yo no escucho ninguna palabra pero igual puedo descifrarla
la cancion habla de una chica ala que nadie entendía

la chica se siente sola a veces
y sueña que viaja a un país emocionante
sus ojos cuentan un secreto
pero el misterio es la respuesta que casi nadie sabe

la chica en la cama es como una niña
se siente presa en una novela barata
pero atraves de los muros nadie la puede alcanzar
ella es la chica de arriba

aun estoy en la cama y eso que en el reloj son las doce
pensando en mi cama escucho atraves del suelo
la cancion de la chica que alguien canta
todo esto que alguien escribió existe grabado en mis sueños

la chica dice yo no soy nada
todos los viejos pensamientos dan vueltas por el lugar

sábado, 27 de junio de 2009

Vertigo


La música sonaba mal.
La cerveza se calentaba.
La paciencia también.
Me sentía confusa y un poco mareada.
Todo mal, Pensaba en las oportunidades que me había perdido.
En los planes que sólo funcionaban en mi cabeza.
Las veces que me fui, que traté de irme.
Todas las veces que siempre me alcanzaste.
Las cosas que olvidé, unos cigarros, un disco, algunas huellas, la pena acumulada, las mañanas eternas, las flores plásticas.

Ahora es noche.
Siempre es noche.
Ya llegó la rubia, la alta.
Y hoy mira para todos lados.
Me tientan su boca roja, sus ojos oscuros, su extrema palidez.
Sus piernas eternas e inquietas. Inquietantes.
Su actitud, como lejana, distante, siempre parece no interesarse por nada, ni por nadie, como acostumbrada a noches como esta.
Noches duras.

Pero hoy, mira para todos lados.
Siento vértigo.

¿Y si la abordara? Tal vez susurrarle algo en la oreja, algo sucio, directo, sin filtros, meterle la mano bajo el vestido rojo, romper un elástico, tocarla y notar que me responde, sentir que se abandona, dejar que se acomode, oír como se queja y ronronea, atravesarla en la oscuridad y perderme, o que en realidad le de lo mismo, y ni siquiera se mueva, como tú, como tantas, otras veces.
O acercarme, mirarla directo a los ojos, como te miré alguna vez a ti, y llevármela de la mano hacia la noche, para no volver jamás, aunque esto es difícil con las mujeres que vienen de vuelta de todo.
Y nada de eso quiero hacer.
Sólo quiero sentarme aquí y no pensar en mujeres frías y cervezas tibias.
Trato de recordar otras noches y especialmente otras mujeres.
Pero no puedo.
No veo otros ojos, otras manos, no veo espaldas, no escucho susurros ni quejidos.
Donde están los placeres infames, los vicios, las caricias inocentes.
No puedo ni recordar otras sensaciones.
Y debería poder.
Alguna vez tuve lo que llaman éxito con ellas.
Y me iba bien.
En serio.
Me gustaban altas, que me abrazaran con sus largas piernas y me tuvieran quieta, presa y feliz.
A veces eran bajas, con pechos generosos, para dormirme contenta, y también para poder llorar tranquila, más de una vez.
Calladas, buenas para hablar, ardientes, lejanas, indiferentes sin límite y celosas en delirio.
Espacios cómodos y grandes, cuando andaba con plata, lugares de mala muerte cuando escaseaba todo, y rincones oscuros y pequeños que me cobijaron, como cómplices silenciosos, en esos instantes rápidos, furiosos, urgentes, con una mano bajo ella, y la otra afirmando la puerta.
Quisiera ver de nuevo sus rostros, sentir en mis manos el olor que me dejaban después de tocarlas tanto.
Pero cuando trato de sentir, de pensar, de evocar un poco más allá, vuelvo a irme a negro, al vacío, a la nada.
No puedo recordar.
El tiempo no existe, el reloj tampoco.
Sólo hay vértigo.
Es como si todo se hubiera congelado, todo, menos la cerveza.

Y tú vienes de negro, vestida de hombre, chaqueta, camisa, corbata, tu largo cabello tomado, sombrero sobre los ojos, y un bastón con empuñadura de plata que brilla bajo el único farol de la calle.
Sé que te demoraste en el ritual de vestirte, sé cómo elegiste cada cosa cuidadosamente.
Sé que lo disfrutaste.
Fui tu espejo muchas veces.
Fui tantas cosas, tantas veces.
Y ahora, sé que vienes por ahí.
Sé cómo caminas tranquila, segura, decidida.
Las mujeres te miran, los hombres se hacen a un lado.
Sin aviso, sin apuro, como sin querer, como siempre, entras a uno de esos locales que pocos entrarían, el humo y el olor eterno a encierro y humedad te reciben.
Y es como si cortaras el aire cuando entras.
El silencio, inmenso, se agranda a medida que te abren paso.

Me buscas con los ojos, lo sé, lo siento, y me encuentras apoyada en esta barra triste que entibia cervezas.
Apareces primero en el espejo frente a mí.
No me doy vuelta, sé que ya llegaste.
Tu bastón rompe el vaso en mil pedazos.
Me da risa el sonido que hace pero no muevo ningún músculo.
Un trozo de vidrio me ha sacado algo de sangre de una mano.
Una gota sale, lenta y roja.
Es extraño.
Pienso que es oscura.
Más tibia que la cerveza.

No duele.
Ya nada duele.

Levanto los ojos, ya no estás en el reflejo.
Estás en mi espalda, pegada, como tantas veces antes.
Te siento respirar.
Jadeas.
No te temo.
Tal vez porque no te conozco.
Tal vez porque te conozco demasiado.
Tal vez porque siempre ha sido igual.
Y por eso no te hablo, no te miro.
Sé que vas a hablarme.
Pero no, una vez más, me sorprendes.
De mi espalda te despegas para abordar a la rubia, a la alta, y la tomas, la besas, la lames, y envidio tu lengua en sus hombros, tus manos en su espalda que bajan recorriendo la tela gastada del vestido rojo.
La rubia cierra los ojos y te responde.
Sus manos toman tu cara, te besa, te busca, te explora.
Te muerde sobre la ropa.
Y quisiera que fuera mi espalda la que se arquea, que fueran mías las caderas que se elevan, y giran, y quisiera ser yo la que te tiene entre las piernas y cambiar los papeles, como tantas veces antes, y sorprenderte con un abrazo tramposo para doblarte los brazos hacia atrás e inmovilizarte un rato y poder besarte tranquila los pechos que tú sabes que me gustan tanto.
Trato de fijar ese recuerdo, y enfocarlo, pero de nuevo tú, que sueltas a la rubia, que se queja y reclama entre jadeos, y vienes tras de mí.
-No me dejes, te dice la rubia.
Pero ya no escuchas.
Y al mirarme me suplica,
-Tómame tú.
Pero ni siquiera la miro.
Casi cuando llegas, te detienes, me observas directamente a los ojos y te vas hacia la puerta trasera.
Si salgo tras de ti todo volverá a ser lo mismo.
Todo de nuevo.
Y será que todo el tiempo en ese bar, se habrá perdido, inútil, y aunque lo sienta como es, fugaz e intenso, no volveré a vivirlo de nuevo.
El vértigo es terrible, implacable, todo en ese bar era mi mundo, era yo, eran los otros, los demás, lo demás, la vida misma, hasta que apareciste, y te miré, inmóvil; te deseé, delirante y te amé, quieta.
Ahí estaba, de nuevo, el recuerdo.
Podía sentirlo.
Apenas podía respirar.
Deseaba tanto ser tu boca y tus manos sobre ella.
Yo quería ser tu lengua que buscaba su escote.
Aunque en el fondo la rubia me daba lo mismo, yo quería ser ella.
Yo era ella.
Ella y todo lo que tuviera que ver contigo.

-Tómame tú, me dijo.
Estoy segura que me dijo.

Pero de nuevo, a negro.
No voy.
No puedo.
No quiero más de esto.
No otra vez.
Aunque el impulso es el de costumbre.
Salto de la silla.
Me voy.
Salgo a la calle, al callejón de siempre, el que lleva a ninguna parte, salvo a ti.

Mi herida ya no sangra, hace mucho me sequé, me vacié, cuando dejé que me tragaras, que me sorbieras todo.
Cuando dejé de tener alma, mente, vida propia.
Cuando decidí dejarte,
-si es que algo así existiera en esta vida-,
la primera vez, la segunda, la tercera y todas las otras veces, sentí lo mismo, supe que ya nada había que hacer, que ya nada era posible, todo eras tú y nada el resto.

Por lo demás el resto era la nada.
Yo misma, era la nada.

Ahora, de nuevo ahí, todo seguía igual, oscuro, denso, lento, amargo, sordo.
Por un instante, y sólo por un instante, vi un brillo, una luz, pensé que me salvaba, que sanaba, que podía, que sentía.

La luz que esperaba, me llegaba con un brillo.
Yo, que fui una sombra, buscaba la llama que quemara todo, casi sentí una epifanía.

Pero era tu bastón.

Y hasta me alegré.
Cualquier otra cosa me hubiera decepcionado.

Quería creer que esta vez lo había logrado.
Estuve cerca.
Y era hermoso.
Era terrible.
Mi cabeza explotaba.
Algo se había metido ahí.
Y se había quedado para siempre.

Pienso en matarte.
Sí, matarte.
Ahogarte en pena, en rabia, en cervezas tibias, en vestidos rojos.
Pintarte la boca.
Mirarte un rato, estar segura, y después llamar, avisar, no sé como pasó, qué increíble, qué impactante, la encontré aquí mismo.
Mantener esas palabras para siempre.
Y después llorarte.
Y luego, quién sabe, a la vida, a revivir, a dormir, a ver todo de nuevo con otros ojos.
Guardar un par de cosas tuyas para revolcarme tranquila, para cuando te echara más de menos.

Sí, eso haré.
Mañana mismo lo hago.

Y dando vueltas y pensando, sentí latir mi corazón, sentí la sangre en mis venas corriendo nuevamente.
Por un instante fui feliz.

Y por eso, me distraje un poco, sólo un poco.
Traté de reaccionar, aunque ya no, ya nada puede hacerse, ya nada sirve, y sólo ahora me doy cuenta, cuando es demasiado tarde, otra vez.
Te miro.
Te miro de frente.
El contraluz te queda de maravilla.
Pasa un siglo, o dos.
Miro tu boca bajo la luz del farol, dos mariposas salen de ahí, y ciegas, se refugian en la sombra.

No siento nada, sólo vértigo, la furia húmeda.
La noche inmensa, eterna.
Bésame, bébeme, viola mis sentidos.
Y déjame sentir la terrible desolación de esta muralla que, ahogada de promesas, me empuja hacia tu espalda.

hoy leeré

en estos dias me es dificil pensar,
y no se el por que, cuando me encuentro asi
tomo uno de mis libros para no entrar en la desesperacion
es ironico pero no me gusta leer,
preferiría estar afuera asiendo cualquier otra cosa
pero en estos dias no quiero hacer nada.
por suerte hoy es sabado y estamos a fin de mes,
hoy me levante tarde, es un día soleado
veo ala gente ligera de ropas, la mayoria se dirige ala playa
se ven contentos, yo no se si lo estoy en estos momentos
solo tengo mi libro y un sillon que me espera
lo mas probable hoy no salga de casa.

viernes, 26 de junio de 2009

quiero más


mi piel desea tu piel
mis manos desean acariciarte el alma
tu cuerpo se adhiere a mi
tus labios sedientos buscan saciarse
mi cuerpo hambriento de ti
miradas, besos, roses
quiero mas... mas de ti
quiero probar tu vivido aroma
acariciar tu cuerpo
herisar tu piel
besar tus labios
para morir y renacer después

se me va la vida



la vida se me va entre las manos,
solo minutos necesito para acabar con todo
y ver como se apaga la luz que disminuye
y se esconde como el sol en el atardecer.
se me va la vida de las manos
es tan facil verla en un minuto.
En estos momentos es cuando desearia encontrarte
y parar este sufrimiento te e buscado y no te e encontrado,
no quiero que sea demasiado tarde,
quiero que vuelvas y me encuentres
antes que se me escape la vida de las manos

Llueve


Ahora esta lloviendo,
salgo hacia la lluvia
y me moja
tengo un poco de frió.

Entonces vienes tu,
esta lloviendo,
estas mojada,
tienes un poco de frió.

Nos abrazamos,
nos besamos,
llueve,
tu nariz esta fría,
pero tus labios son calientes.

jueves, 25 de junio de 2009

Rojo


tu cuerpo a media luz, colores borrosos
tan solo distingo tus labios rojos
se que me miras, no se lo que pensaras
pero no puedo apartar mi vista
y la música comienza a sonar
y mi mirar comienza a bajar,
piel blanca, vestido negro
un buen escoten, piernas delgadas
tacones rojos, mi vista empieza a fallar
colores borrosos otra vez, vuelvo a mirar tus labios rojos
mas cercanos que antes, sonrientes,se mueven
me hablas, pero no escucho, solo te sonrió
me tomas de la mano, y cierro mis ojos
cuando los abro estoy en mi casa, en mi pieza, en mi cama
la lampara roja alumbra tu cuerpo en penumbras
duermes, tus labios ya no estan tan rojos como los recordaba hace un momento,
sonrió, ropas rojas y negras en en suelo, lo recuerdo,
como tus besos rojos.
y la lampara roja que ilumina tus caderas
lo sabe todo.